sábado, 11 de octubre de 2008

El Cristiano 80/20

¿Eres un cristiano 80/20? ¿Se puede contar sólo con el 80 % de tu persona?

Dios necesita discípulos “ciento por ciento”

¿Conoces la regla del 80/20? El economista italiano Vilfredo Pareto fue el primero en notar el principio de que 20 por ciento de nuestros esfuerzos producen 80 por ciento de nuestros resultados y viceversa. Y la regla es aplicable a cada aspecto de nuestra vida. Tu lo sabes, el 20 por ciento de las personas hacen 80 por ciento del trabajo, 20 por ciento de las personas dan 80 por ciento del dinero, 20 por ciento de las personas acumulan 80 por ciento de las riquezas, y así por el estilo.

Había una persona 80/20 que vivía una vida 80/20. Era el tipo de persona con la que siempre se podía contar con 80 por ciento en todo lo que hacía. Bueno, no siempre, pero por lo menos 80 por ciento del tiempo.

Un día la persona 80/20 decidió que le gustaría convertirse en cristiano o, por así decirlo, 80 por ciento de cristiano. Sólo podía acceder a creer 80 por ciento de lo que la Biblia dice. Tu sabes, el nacimiento virginal “No fastidies”, la expiación de los pecados, la encarnación humana de un Dios invisible “Eso no lo cree nadie”. Y eso de levantarse de entre los muertos “¡Por favooor!”.

Pero estaba muy motivado (80 por ciento) a que su fe cambiara su vida. En secreto esperaba una mejoría de 80 por ciento. “Esto satisfará 100 por ciento de mis expectativas”, pensaba.

Comenzó a asistir a la iglesia (cuatro de cada cinco domingos, por cierto que esta era una marca espléndida) lo cual disfrutaba por completo, deberíamos decir, 80 por ciento del tiempo. Cuando asistía se quedaba a escuchar todo el servicio (un gran logro en sí mismo), aunque sólo escuchaba 80 por ciento del sermón. Cantaba 80 por ciento de los himnos con 80 por ciento de entusiasmo y oraba 80 por ciento de las oraciones con 4/5 de su corazón.

Un día le dijo a un amigo “¿Sabes? En verdad me gusta mucho este asunto del cristianismo, por lo menos 80 por ciento. Pero hay como 20 por ciento que es un tanto difícil de tragar”. Así se sentía casi 4/5 del tiempo. Añadió: “Creo que la Biblia es 80 por ciento cierta”. La Biblia lleva mucho peso en su vida, pesaba unos dos kilos. Era un cristiano 80/20.

Pero tu sabes cómo funciona la regla 80/20. Así que este tipo de cristianismo aliviaba solo 20 por ciento de sus temores, removía meramente 20 por ciento de sus ataques de ira y solo encontró 20 por ciento del sentido de propósito y significado que deseaba. “Esto es mucho trabajo con pocos resultados”, pensó.

El 80 por ciento del tiempo se encontraba de mal humor, criticando a su esposa, gritándole a sus hijos, andando en desacuerdo con su pastor, odiaba a su jefe, estaba amargado con su destino, cansado, paralizado por sus temores, ansioso en cuanto al futuro, al borde de un desastre financiero y casi siempre frustrado por la vida.

Un día leí su Biblia (lo cual hacía 20 por ciento del tiempo). Por lo general pasaba por alto el 80 por ciento de los versículos buscando algo profundo, algo que proveyera vigor a sus emociones y le prestaba 80 por ciento de atención a los versículos que leía. Cuando de pronto estas agudas palabras saltaron de la página produciendo espantosos ecos en las paredes de su cerebro (80 por ciento de ellas estaban vacías).

“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitara su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro (Ap. 22.18-19).

El 80/20 estaba sumamente sorprendido... estupefacto de que estas palabras fueran las últimas palabras de la Biblia... petrificado porque había llegado tan lejos, había pasado el primer 80 por ciento. Se dio cuenta de que las oportunidades de que sucediera eso eran menos de una en cinco.

“Si esta es la forma que decidió usar Dios para resumir la Biblia estas deben ser palabras muy importantes, en efecto: No añadas ni quites nada. ¡Ajá!

Sí, Sí. Quiero disfrutar del árbol de la vida. Quiero caminar en las avenidas de la santa ciudad. Deseo andar en el río de la vida y sentir sus refrescantes aguas alrededor de mis pies” pensó.

De pronto se le ocurrió al 80/20 que o estaba a favor de Dios o en contra suya. Sus ojos se abrieron de inmediato y vio con claridad que estar “adentro” 80 por ciento es en realidad estar “afuera”. Su cuerpo se convulsionó y gritó cuando sintió un intenso y ardiente dolor en el 20 por ciento restantes de su alma.

Cayo de rodillas con 100 por ciento de su peso, rogó a Dios con 100 por ciento de su corazón, lloró 100 por ciento de sus lagrimas, se arrepintió 100 por ciento de su ceguera espiritual y de su pecado, rindió 100 por ciento de su vida, prometio 100 por ciento de lealtad, dedico 100 por ciento de su tiempo y su dinero, se comprometió a ser 100 por ciento obediente y sometió 100 por ciento de su ser a un 100 por ciento de la autoridad de un 100 por ciento de la Biblia. Fue el primer momento 100 por ciento en su vida de 80 por ciento. Era algo infinitamente superior a cualquier otra cosa que pudiera imaginarse.

Cuando pasó 80 por ciento de la euforia, se percató de que sólo había perdido 20 por ciento del brillo. En su interior recordó el verso de un himno: “Algo pasó y ahora lo sé. Me tocó. Mi salvador me restituyó”.

En los días siguientes se enfrentó a un enigma. El 80 por ciento del tiempo se lo pasaba en la cresta de la ola. Pero 20 por ciento restante sus circunstancias parecían insuperables, inconquistables e imposibles de solucionar. Pero, aun en medio de la dolorosa angustia, el dolor y las lagrimas, se hallaba lleno, de paz y de gozo. Sí, experimentó el mismo tipo de emociones mortales que antes, pero debajo de esa vacía e inerme fachada de un gozo inmortal.

Durante aquellas tormentas –en aquel 20 por ciento- mientras el pequeño navío de sus circunstancias se tambaleaba en los mares de la vida, Roberto se percató de que el ancla divina de la Santa Palabra inamovible, soberana, autorizada e infalible le sostenía en las olas como si fuera la mano misma de Dios. Y eso sucedió 100 por ciento del tiempo.-


Autor: Desconocido, tomado de Los Elegidos, vol. 43

JCA- 25/11/04

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