viernes, 10 de octubre de 2008

BUSCANDO EL BIEN DE LOS HERMANOS

“Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” 1Corintios 10:24

Cuando se me dio el tema para compartir un devocional en esta noche pasaron varios textos y pasajes de las escrituras por mi mente, ej. El de Efesios 2:10 “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Sin embargo encuentro en la parábola del buen samaritano una excelente reflexión sobre el tema propuesto, veamos en evangelio de Lucas 10:30-35 “Buscando el Bien de los hermanos... al estilo del Buen Samaritano”.

1 – Pero un samaritano que iba de camino... (33)

La mayoría de las oportunidades para servir a otros ocurren en el ámbito de la vida cotidiana. El hacer el bien, “las buenas obras” no se refiere a determinadas circunstancias, si no a un estilo de vida. El samaritano no había salido por el camino a Jericó buscando algún necesitado con el objetivo de realizar su “buena acción del día”. Más bien iba a Jericó para atender algún asunto de su incumbencia. Esto nos demuestra que el que aspira a estar involucrado en buenas obras deberá saber que las mejores oportunidades no se planifican, sino que vienen sobre la marcha de la vida.

2 – vino cerca de él... (33)

Es necesario que transitemos por los mismos caminos que los necesitados. Es difícil involucrarse con los hermanos desde atrás de un escritorio o encerrado en una oficina o en nuestros hogares. Deberíamos movernos en el ambiente donde probablemente vamos a encontrar la oportunidad de hacer el bien. La mayoría de los necesitados tal vez no vengan a nosotros, a muchos tenemos que encontrarlos nosotros.

3 – y, al verlo... (33)

Los que vivimos en las grandes urbes sabemos cuan fácil es “ver, sin ver nada”. Caminamos entre la multitud con miradas de indiferencia hacia las personas que nos rodean. Las buenas obras requieren que andemos por la vida con los ojos “bien abiertos”. Es decir, teniendo en cuenta la situación de los que están a nuestro alrededor.

4 – fue movido a misericordia... (33)

El texto de Lucas 10 nos indica que tanto el sacerdote como el levita vieron al hombre tirado al costado del camino y seguramente ambos sintieron una momentánea incomodidad al verlo. Ambos sin embargo endurecieron el corazón y siguieron camino. Nosotros también tenemos nuestra manera de endurecer el corazón, apaciguando la conciencia con la lógica de los egoístas: “Son tantos los necesitados; ¿Qué puedo hacer yo? además, si está en estas condiciones por algo debe ser”. El hacedor de buenas obras, permite que el corazón del Buen Samaritano sea movido por la compasión que viene de lo alto, la misma que tantas veces impulso a Jesús a involucrarse con la gente.

5 – Acercándose... (34)

Podríamos experimentar misericordia en nuestro interior, sin que esto nos movilice. Tal vez podríamos pensar tanta violencia y las autoridades no hacen nada. Empero, el samaritano se acercó al hombre herido, para ver de que manera podía ayudarlo. Es en ese instante que la compasión comienza a traducirse en una buena acción.

6 – vendo sus heridas echándoles aceite y vino... (34)

Las buenas obras son, esencialmente, prácticas; es decir, no se miden tanto con las palabras como con lo hechos. No es que las primeras no tengan su lugar, pues hay palabras que dichas en el momento justo pueden ser más valiosas que cualquier piedra preciosa. Los necesitados, con frecuencia requieren de algo más tangible que la palabra: un abrazo, una acaricia, un medicamento, una visita, una llamada, un plato de sopa, un par de zapatos, unas monedas para viajar. En este caso, el samaritano se presto a atender las necesidades más inmediatas que tenía el herido, tomando de sus propias posesiones para socorrerlo.

7 – lo puso en su cabalgadura... (34)

Es muy difícil ayudar a otros si no estamos dispuestos a salir de nuestra propia comodidad. El samaritano sacrifico el lujo de andar en su cabalgadura para que el hombre herido pudiera montar en ella.

8 – lo llevo al mesón y cuido de él...(34)

Será muy difícil cumplir con la buena obra sino estamos dispuestos a desviarnos de nuestros propios caminos, y es muy complicado ayudar cuando uno tiene la vista puesta exclusivamente en sus propios proyectos, como lo demuestran el levita y el sacerdote. Vaya uno a saber qué actividad religiosa los tenía tan apurados; el hecho que ninguno de los dos estaba dispuesto a abandonar su proyecto para ayudar al herido. El samaritano, suspendió su propio viaje y se desvío hacia el mesón, donde se dedicó a ayudar al hombre a recuperar sus fuerzas.

9 – Otro día, al partir, sacó dos denarios, los dio al mesonero y le dijo: “Cuídamelo...” (35)

Las buenas obras requieren, eventualmente, que se involucren otros en el proceso; Así lo ha deseado el Señor y por eso ha dado instrucciones a su pueblo de que se ocupe de la viuda, el huérfano y el extranjero. El samaritano no podía quedar indefinidamente con el hombre herido, pero si realizó los arreglos necesarios para que otro se incluyera en la labor.

10 – “y todo lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando regrese”. (35)

Por último, las buenas obras que dejan una contribución perdurable en el tiempo, requieren un compromiso a largo plazo. Debemos estar dispuestos a caminar por un tiempo con aquellos con quien nos involucramos. Quizás este es el problema más difícil de resolver en la iglesia; el samaritano no solamente se comprometió a volver, sino a seguir cubriendo los gastos que generase el proceso de recuperación. Aunque no podía permanecer en el lugar, no se desentendió del asunto, sino que continúo demostrando interés en el bienestar del rescatado.

Cuando Jesús concluyo, dejó bien claro que esta no era, simplemente, una historia. Al escriba le dijo: “Ve y haz tú lo mismo”. ¿Será que nos sigue dando esa misma instrucción a cada uno de nosotros?

“Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” 1 Corintios 10:24

Buscando el bien de los hermanos... Al estilo del buen samaritano.

14/5/05

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